…. soñé que vivía en un lugar donde la Vida era considerada un Bien Natural, un Valor Digno por Defender, un Honor personalizado en cada persona concreta.
En mi sueño los legisladores de aquel lugar velaban por ella, la Vida, para que fuera respetada en su máxima expresión, con amor, dignidad y casi devoción. Ella, la Vida, era la que marcaba el propósito de las leyes y por ella se procuraba legislar. El país se llamaba Vivítare. En mi sueño, la gente, era feliz por el simple hecho de vivir, luchaba por su supervivencia y se ansiaba generar vida en su interior, consideraban aquello como la máxima expresión del Vivir; ellos no lo llamaban embarazo, lo llamaban “emvita”. Cuando una mujer quedaba “emvitada” le dedicaban canciones, poemas y gestos de halago y esperanza, lo cual se convertía en máxima fiesta cuando el futuro bebé veía la luz el día de su nacimiento. Entonces, todos en el lugar, celebraban la nueva venida con inmensa alegría; algo que tenía su contrario cuando alguno no nacía, nacía muerto o fallecía de muerte natural. La palabra “muerte” les hacía estremecer y su sola pronunciación les generaba tristeza.
Un día llegó a aquel lugar un viajante de un lejano país, el hombre se llamaba Jose Luis. Era un hombre triste, frío. En su vocabulario destacaba una palabra por encima del resto, la palabra “libertad”. Jose Luis quedó impresionado por la particular defensa de la Vida de aquel lugar, no acababa de comprender el sentido de aquella pasión, quizá porque el era un hombre pobre de espíritu a quien la Vida no le había deparado muchas satisfacciones, más bien al contrario. Por ello, para él, la Vida no era algo especial, sino un simple tránsito, casi obligado, del que querría escapar pero no se atrevía hacerlo. El hombre, Jose Luis, a quien le gustaba contar historias, hablaba con adultos y niños de sus frustrados sueños donde la muerte era habitual protagonista, algo que espantaba a unos y a otros. Un día les contó una historia espeluznante sobre lo que llamó “aborto”. Contaba que era una opción de la mujer “emvitada”, un derecho, un respeto a su libertad el elegir querer o no ser madre y generar o no aquella Vida. Contaba que en su país era una práctica habitual a la que la gente ya se había acostumbrado y no asustaba a nadie.
Cuando los habitantes de “Vivitare” oyeron aquello no podían creerlo, unos lloraron, otros enmudecieron y otros increparon a Jose Luis pidiéndole que se fuera de allí. El visitante, sorprendido de tales reacciones, aún pretendió reforzar sus teorías al respecto al considerar que aquella gente vivía en las tinieblas de su libertad, que vivían engañados, que la Vida es un derecho del que se puede disponer tanto por uno mismo como por los demás; que no hay problema por ello, que se puede abortar en el embarazo, manipular al indefenso y precipitar la muerte del enfermo. Con ello conseguimos ser más libres al tener menos ataduras, argumentaba.
Los habitantes de “Vivitare” se reunieron en Consejo Especial para decidir la expulsión del lugar de semejante personaje, el cual, dijeron, intoxicaba la mente y el corazón de sus habitantes. Sin más demora, al anochecer, Jose Luis fue expulsado con el mayor desprecio y la alegría volvió al lugar aunque no sin antes decidir, de nuevo en el Consejo, que jamás se hablaría del asunto y que Jose Luis sería un nombre prohibido en el lugar para así garantizar el verdadero “entierro de la muerte”.
Anoche soñaba… cuando de repente me desperté en un país donde la Vida no era considerada un Bien Natural, ni un Valor Digno por Defender, ni un Honor personalizado en cada persona concreta y donde la palabra “Aborto” goza de un prestigio despreciable. Este es mi país. YO QUIERO SEGUIR SOÑANDO.
Alvaro Vázquez Prat
Médicos por la Vida Aragón
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